Beneficios de las hierbas secas
Perejil, laurel, romero, tomillo, orégano… Están entre las hierbas aromáticas más utilizadas en nuestra cocina. Dan un toque sabroso a los platos y ayudan a reducir la cantidad de sal cuando es necesario. La dificultad de contar con hierbas frescas en las casas hace que cada día sea más frecuente la utilización de las secas, que se venden envasadas.
Tienen, además, la ventaja de que se comercializan limpias y picadas. Si se almacenan en las condiciones adecuadas, conservan casi intactos su aroma y su sabor: para lograrlo, hay que mantenerlas en recipientes herméticamente cerrados; sólo así se evita que cojan humedad. Deben guardarse en un lugar fresco y seco y, a ser posible, protegido de la luz. Pese a que pueden conservarse durante varios años, lo mejor es emplearlas antes de que pasen 3 o 4 meses desde que se abre el envase.
Lo fundamental es calcular bien la cantidad que debemos añadir para que no enmascaren el sabor de los otros ingredientes. Suele bastar con la mitad de la indicada para las hierbas frescas, ya que al perder agua, el sabor está más concentrado: cada cucharada sopera de estas últimás equivale a una cucharadita de hierbas secas.