Morcillas de gallo

Entrepucheros te invita a preparar esta receta de Morcillas de gallo

Morcillas de gallo

Morcillas de gallo, Ingredientes

    • 4 CUELLOS DE GALLO
    • 1/2 KG DE MENUDO DE GALLO(HIGADO, CORAZON, MOLLEJA)
    • 200 GRMS DE PECHUGA DE GALLO
    • ESCALONIAS
    • 1 CEBOLLA GRANDE
    • 6 AJIES DULCES
    • 2 PIMENTONES ROJOS
    • 4 TOMATES MADUROS
    • SALSA SOJA
    • SALSA INGLESA
    • AZUCAR MORENA
    • 1 TACITA DE VINO TINTO
    • SAL Y PIMIENTA
    • HILO O CORDEL PARA AMARRAR

Morcillas de gallo, Preparación

Lavar los cuellos de gallo y vaciarlos cuidando de no romper la piel , cociendo una de las bocas del cuello sin el hueso para hacer una especie de bolsa, reservar con unas gotas de limon. Cortar las escalonias y los ajies bien pequeñito; cortar el menudo del gallo en dados pequeños, unir con las salsas (soja e inglesa) en un bol y salpimentar ,. Cortar la pechuga en trocitos; calentar el aceite en una sarten grande, poner el azúcar dejar oscurecer freir la pechuga, al ponerse morena retrar y unir con los ingredientes en el bol, con este relleno llenar las bolsas de los cuellos, coser las dos bocas de la bolsa con el cordel y llevar los cuellos al agua hirviendo, cuando se hinchen, pinchar hasta que no salga liquido. Licuar la cebolla los tomates y los pimentones, freir en la sartén con el aceite de la pechuga, al espesar colocar los cuellos, agregar soja y salsa inglesa, cocinar por 20 min. Retirar y llevar al fuego la sarten con el residuo de la salsa, agregar mas aceite y cuando esté a punto de quemado desglasar con el vino, verter este deglasé sobre los cuellos. Servir caliente con polenta amarilla y plátano maduro al horno.

Esta receta pertenece a la madre (ya extinta) de mi gran amigo y compadre Vicente Rodríguez, profesor de deportes, ganado para el canto criollo y la música llanera, donde se ha granjeado gran renombre como interprete y compositor de canciones de recia letra; persona llana y abierta como la pampa misma; nativo de una de las regiones bucólicas del extenso llano venezolano: EL BAUL; un villorio cálido y típico del Estado Cojedes, donde muchas veces, la cuerdita de amigos de Vicente, hicimos reencuentro de temporada en los altos de vacaciones, y en las que su madre, a petición de Vicente, nos invitaba a degustar este suculento y exótico bocadillo. Fueron muchas las ocasiones en que visitamos a “vicentico” como le conocíamos en nuestras marras, y en las que su madre, Doña Concha, como le conocía el poblado; matrona de sentidos caracteres, de talante filántropo y de mimos sobre protectores, esperaba a su “tarajayo” querubín con su vaso de leche fresca de rigor, el cual al contraste del sabor de las cervezas del dìa, sabíale a un jarabe lamedor antes que a otra cosa. Recuerdo con fidelidad de eventos, una oportunidad en que la cuerdita junto a nuestro vicentico, asistimos a una de las consabidas veladas criollas y en la que Vicente aturdido por las copas y por la calidad de los versos, se rendía absorto a la contemplación de la música y el verso; hasta que una copla rimada en un contrapunteo entre dos recios copleros, atisbó su floritura en los oídos de nuestro voluntarioso llanero; inspirado, exaltado y sanguíneo como era, su corazón alzó en roja llama ante el encendido verso, que lleno de furor cantaba al elemento telúrico y a la raigambre preciosista; como quiera que las copas y las agujas del reloj corrían en el mismo raudo; nuestro amigo no advirtió la entrada del dolo de la noche, la misma que había dejado de ser doncella hacía mucho ya; y por cuanto, como la cuerdita haciamos rancho en la solariega casona de Vicente, no nos quedaba otra que esperar que este sucumbiera por motu propio ante el influjo de Morfeo. Después de vencer los rigores de la exacerbación y los intoxicaciones, capitulamos al fin en la casa pero con la lucha renovada de Vicente quien se negaba a ser reducido a dormir y en cambio insistía en seguir celebrando la copla desgarradora; lo que nos llevó a solicitar la ayuda de su homógrafo progenitor; quien con mucha imaginación y camaradería, le susurró al oído, la siguiente copla, que desde ese entonces, se convirtió en su estribillo de batalla:

“Para caballo recio de boca:
Freno mantecaleño,
Para una mujer bonita:
El amor de un Bauleño”

Y así fue como Vicente se durmió…

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