Rissotto de calamares al ajillo

Entrepucheros te invita a preparar esta receta de cocina de Risotto de calamares al ajillo

Lavar bien los calamares quitándoles la piel y bañar con el jugo de limón; cortar en aros delgados la mitad de ellos; reservar el resto y asar en el grill calentar el aceite en una sartén amplia; freír el pimentón cortado en cuadritos finos, agregar los ajos majados, revolver bien; agregar más margarina y el perejil picadito fino, agregar los calamares cortados, revolver y agregar el arroz, seguir revolviendo y agregar el vino, revolver y dejar que se evapore; agregar un litro y medio del consomé y revolver, tapar y dejar cocer revisando que no le falte líquido, al estar al dente apagar y proceder al mantecado: agregar suficiente margarina para que quede brillante el rissotto y finalmente agregar el parmesano y revolver. Servir y en cada plato colocar un calamar entero sobre el rissotto. Servir con pan negro y un buen Brut.

Esta receta fue una de las primeras que performé teniendo ya conciencia y razón del difícil pero atrayente mundo de la cocina; fue en la feliz ocasión de recibir un digno reconocimiento por una de mis mejores creaciones literarias “Corazón Cruzado” el que fuera dedicado a la exquisita y encantadora personalidad de la Dra. Luzmary Dubin, quien durante un buen tiempo ejerció su bien dilatado y sublime imperio del alma sobre esta mi abotagada humanidad; tiempo durante el que bien pude haber dado cualquiera de mis más preciadas y caras pertenencias por tan solo un apasionado beso suyo, y que posteriormente gracias al cielo, por un buen tiempo de su vida en beneficio de la mía me los brindó sin nada a cambio. Tiempos aquellos en que la vida me supo a triunfo y a golosinas; a lluvia torrencial sobre el uniforme escolar, a brisa de montaña libre como el viento que elevaba mis cometas, a las corrientes aguas de los ríos que me enseñaron a pescar; a las palmadas del camarada mayor, mi Padre; al sabor afrutado del primer vaso de vino; a la noticia feliz de haber alcanzado la meta; al tintineo glorioso de las palabras de una damita, la de las pierna más bonitas, quien expresa que se siente segura con tu abrazo; al melifluo sabor de la primera invitación aceptada; a la primera disputa a puños por dar de primero una serenata; a la alegría de poder contar cada día con los colores del arco iris y a la posibilidad de poder cambiar a tiempo y regresar a casa.

Donde se encuentre ella, mi inolvidable Luzmary; mis mejores memorias y mí más encendido verso para engalanar su esbelta figura y lograr que al menos un leve destello de su recuerdo me invite a visitarla aunque sea en su mente.